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Archive for diciembre 2008

El Crimen

A mí nunca me había pasado nada que tuviera que ver con la inseguridad o el crimen. Jamás se habían metido a robar a mi casa, ni de niña ni ahora viviendo en Monterrey, ni nos habían robado el coche o dado un cristalazo para sacarnos el estéreo, nada por el estilo. Nunca. De los nuncas.

Hasta hoy.

En Villahermosa, después de comprar varios regalos para un intercambio de 31 de diciembre (y unos regalos para mis huercos de Monterrey, entre ellos una hermosísima miniatura de un casco normando, con todo y red metálica en la parte de atrás), nos metimos al estacionamiento al aire libre de una plaza para comer algo y luego irnos a jugar al Yak Electrónico. Hasta me gané unos pesos en el Yak, de hecho me fue bastante chido. Regresamos a donde estaba la camioneta de muy buen humor. Cuando abrimos la puerta del pasajero, me di cuenta que las bolsas de regalos no estaban donde las habíamos dejado. Y como por tres segundos nos quedamos en blanco. Hasta que se mencionaron las fatídicas palabras: «Nos robaron».

Y en efecto, nos robaron. Las bolsas de regalo desaparecieron, el estéreo desapareció, incluso el tablero estaba caído porque al tratar de sacar el estéreo rompieron las clavijas del tablero y no se pudo volver a empotrar. Hicimos un entripado marca diablo, y ya cuando llegamos a la casa se me salieron las de coco. Un poco por los regalos que nos volaron, pero más que nada por lo vulnerable e impotente que se siente uno cuando le pasa una de estas mamadas. 

Me imagino cómo debe ser cuando se meten a tu casa. Obviamente te arde hasta el colon el simple hecho de pensar que alguien, un extraño, un ladrón, un hijo de su puta madre, se metió a tu casa, se sentó en tu cama, revolvió tus cosas. Es esa invasión a tu privacidad, a tu santuario, lo que te puede muchísimo más que el hecho de que se hayan robado tus cosas (claro que aquí están las excepciones como cuando te roban un anillo que era de tu tatarabuela o tu pantalla plana de LCD de 60 pulgadas).

A mí, la neta, lo que más me requeterecontracaga en estos momentos es el hecho de que el chidísimo casco normando terminará rodando por alguna pinche cloaca, porque el pendejete que se lo robó de seguro ni va a saber qué madres es y como no encontrará nadie a quién vendérselo, lo terminará rematando como chatarra y BLAAAAAAAA.

Perros.

Perros.

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Navidad

Yo no soy una persona religiosa. Me criaron para serlo, y fui bastante creyente durante una gran parte de mi vida. Pero en estos momentos no tengo ninguna clase de conflicto moral o espiritual para decir con todas sus letras: «Soy atea». Porque hay mucha gente que te dice que no sabe si sí hay un dios, o alguna otra clase de poder superior, etcétera. Agnósticos. Pero yo soy atea.

Pero esto no quiere decir que no disfrute ciertos aspectos de la Navidad: el atracadero de comida, los regalos, los tragos coquetos, ver a familiares que no has visto en todo el año (aquí es obvio que se divide en los parientes que sí querías ver y los que hubieras podido pasar otro año sin verlos de nuevo), y demás cosas bonitas. Y sí, es por capitalista, soy una total víctima de las empresas jugueteras y los criaderos de pavos.

Disfruto ciertos aspectos de la Navidad, porque la neta es que desde que tengo uso de razón, siempre he encontrado algún motivo para encabronarme hasta la médula durante Nochebuena. Cuando era niña bastaba con que fuera una pendejada como que alguien se reía de algo que yo decía y ya bailaba berta: Andaba con mi jeta hasta el piso durante toda la cena y toda la noche y si las cosas habían estado intensas, toda la mañana de Navidad.

La mañana de Navidad siempre me gustaba porque obviamente era equivalente a regalos que había estado esperando por algunos meses y tal. Pero Nochebuena nunca fue tan emocionante o prometedora para mí.

Luego crecí un poco y empecé a relacionar la idea de Nochebuena y Navidad como una fecha más en la que tenía que decidir si la pasaba con mi jefa o con mi padre. Y con eso de que en una ocasión decidí pasar el 24 con mi padre y me lo pagó dejándome en casa de mis abuelos y yéndose a agarrar el pedo con su novia en turno, resultando en que me aburriera mortalmente y extrañara harto a mi jefa, pus más pinche aversión le terminé agarrando a la condenada fecha.

Últimamente trato de tomarme la fecha con mucha más filosofía, y lo tomo con el enfoque 100% capitalista que mencioné antes: una fecha en la que recibo algunos regalos que me encantan, otros que no; como cosas que esperé todo el año, otras que no pero igual las como; veo familiares que extrañaba, y otros que no. Pero la triste realidad es que una fecha con tanto bagaje histórico como es esta, rara vez pasa por aquí sin que pase algo que llegue a cagar todo el panorama.

¿A ustedes sí les gusta la Nochebuena/Navidad?

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Me mudé

Porque la verdad, ya era justo. Y sí, estoy perdiendo casi 200 entradas, entre ellas mis largas y cómicas reseñas de conciertos (calma: todas las fotos de los conciertos, que creo que realmente son lo más rescatable, fueron preservadas y subidas a mi cuenta de Flickr), pero creo que vale la pena. Si he de ser sincera, siento que la mayoría de esas entradas ya ni siquiera me representaban justamente. Y en vez de tener que pasar por el penoso proceso de borrar las entradas que ya no considero adecuadas, mejor borrón y cuenta nueva.

Total, 200 entradas en un ratito se juntan de nuevo. ¿No?

Eh, todavía le falta mucho a este lugar. De hecho se podría decir que nada más estoy esperando a que se conecte un jovencito en especial para que me ayude (sí güey, aunque no quieras), porque esto del WordPress, pus sí me excede de momento.

¿Que por qué La Negra Tomasa? 

Es solamente una excelentísima canción popularizada por Caifanes (originalmente de Guillermo Rodríguez Fiffe). Aparte de que siempre me pone de buenas, la vengo escuchando desde que tengo uso de razón (a mi carnal le gustaban harto los Caifanes) y además quería algo que fuera fácil de recordar y pegajosón. Y ya, son las 3:21 de la mañana de un 25 de diciembre ni más ni menos, no puedo dar una racionalización convincente. Mis disculpas.

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